domingo, 9 de mayo de 2010

EL PERFUME DE LAS BALAS


EL PERFUME DE LAS BALAS
Por JOEL GUSTAVO RODRÍGUEZ TORAL
Para Yesenia
En el disparo viene Dios a verte, León Toral acariciaba con empeño a su pistola mientras la limpiaba, su pistola y su cigarro daban el sentido necesario a su universo, no le hacia falta nada más, con eso se conformaba y creía ser una persona completa, en ese orden tomaba a su mundo como si fuera la sagrada familia: la pistola, el cigarro y él, León Toral que estaba dispuesto a todo, a la hora que deslizaba el dedo en el gatillo y sentía ese poder maravilloso de la pistola al estallar el criminal proyectil de la bala, con esta triada perfecta todo trabajo era fácil de tal manera que sólo había una cosa que no funcionaba, y era esa muchacha a la que habían secuestrado con el escuadrón del Sargento Míreles, a la que había tenido encañonada durante 48 horas y que tanto a él como para ella era inevitable saber que entre ellos había surgido algo, la muchacha de nombre Jenny que tenía entre ceja y ceja, que hizo que después de que pagaran el rescate y ella quedara libre se volvieran a encontrar, Jenny era su verdadero tormento significaba su persona todo lo que León Toral desconocía, no sabia que había mujeres que estudiaban, que no nada más abrían las piernas y realizaban intimar sexualmente en antros o en separos de cuartel, aun así el haberla tenido encañonada tanto tiempo no evito que el pudiera sentir el placer del perfume femenino de Jenny, siendo esto suficiente para que vivieran juntos, cuando el Sargento Míreles supo que era pareja con esta niña, él se burlo y le dijo que estaban bajo el síndrome de Estocolmo que tiene que ver con un enamoramiento, esto lo entendía León Toral por qué se sentía muy atraído por Jenny, un enamoramiento por parte del que se tiene de rehén con quién le corta la libertad, por parte del débil de la víctima a quién se tiene a punta de pistola y al borde de la muerte, Como el mismo León Toral la tuvo durante 48 horas, a León Toral eso no le importaba, él sólo la tenia por que le había hecho sentir macho mientras la encañonaba, su sedoso cabello lo había hecho desearla tanto, como su cuerpecito de breve cintura y su senos recién asomados y bravos para el barullo, que cuando ella lo volvió a ver se fue sin chistar, tenía que cumplir con su destino a lado de él, del que la encañono tanto tiempo hasta que en su cansancio deseo, que ese mequetrefe del León Toral la poseyera hasta el último respiro de vida, ella fue a su casa a cumplirle todos sus deseos, por qué León Toral era el rey, y su pistola era su carta de presentación en éste mundo.
León Toral encontró su camino cuando el sacerdote Sebastián Maciel lo llevo a su iglesia para que no le faltara techo y comida, al llegar a los 14 años, el mismo sacerdote lo acomodo con el General Mondragón para que le diera algún trabajo, 6 meses después León Toral cumplía con su misión, junto con militares y gatilleros de paga mataron a 30 campesinos en la sierra de Guerrero, campesinos que sólo peleaban por sus terrenos de los que fueron desalojados, para hacer una mina de uranio que el gobierno vendió a una empresa norteamericana. Después fue requerido el 10 de julio para golpear a unos activistas que eran maestros de la Escuela Superior Técnica, León Toral estaba en aquella ocasión en el grupo de choque llamado: Las águilas del guante blanco. También León Toral apoyado por el Sacerdote Maciel, el General Mondragón y la madre Conchita mato al presidente Álvaro Obregón, candidato a su segunda reelección presidencial. Él sólo le dio 4 balazos pero en el cadáver había más de 27, si no hubiera sido por el Sargento Míreles, él en ese instante de caos hubiera sido linchado, durante ese tiempo lo tuvieron preso en Santiago Tlatelolco, el padre Maciel lo volvió a necesitar para matar al arzobispo de Jalisco Monseñor Gaitan que se iba a ver con el Cayo Noriega, fue su mejor momento como sicario, el Magro San Juán enemigo principal del Cayo también lo contrato para matar a la familia de éste último, pero ese trabajo ya no lo pudo realizar por que estaba en juicio, después de 8 meses fue sentenciado a cadena perpetua, o como decía el Sargento Míreles lo siento León te toco cárcel de por vida, sólo lo tuvieron 8 meses cumpliendo la sentencia, inventaron su suicidio en la celda, y salio para matar a la familia del Cayo fue cuando la conoció junto a la familia Noriega ya que Jenny era amiga de Artemisa Noriega la hija mayor, al tenerlos retenidos, está situación resulto ser una mina de oro, el Magro ya había pagado, pero el Cayo resulto ser más generoso, 48 horas después el sargento llego con más dinero y en dólares para soltar a todos y entre ellos a Jenny, Míreles le ordeno devolverle el pago al Magro, el Sargento entonces hablo con el General Mondragón era hora de quitar del camino al Magro, de que ya todos sus privilegios habían llegado hasta las últimas consecuencias, tanto la policía, el ejercito y varios de los sicarios, de los más certeros del país se fueron a tener una reunión con el Magro, fue una fiesta de detonaciones y estallidos nada más 33 muertos hombres de San Juan, y 20 más que eran civiles, inocentes y sacrificados por haber estado en aquél lugar, el Magro fue cacheteado por Míreles y por el General Mondragón siendo asesinado con más de 182 balazos, en su cuerpo que termino bañado en sangre y con los billetes de su pago en todo el pecho. Nunca había puesto un poco de sentido a esto era bueno porque Maciel que era Sacerdote lo confesaba y le abría las puertas del cielo, pero con Jenny cuando hablaban tenía sentimientos encontrados.
Jenny en poco tiempo le había resultado su conciencia no nada más alguien que se sometía a las horcajadas intimas, al consumarse al fuego con esta unión equivocada, que lo aceptaba cómo hombre, y aunque nunca le había preguntado nada, de hecho no sabía por qué estaba con él, no sabia nada de ella, no sabía que era eso que decía Míreles desde su profunda boca de muchas ordenes, de muchas misiones de señalarle a tanto muerto, Míreles era con él único que llegaba a hablar, por que ni con el General Mondragón y mucho menos con el Sacerdote Esteban Maciel, eso que decía que tenía Jenny que era por lo que estaba con él, lo que dijo como: El Síndrome de Estocolmo, la verdad le era muy difícil poner en algún razonamiento lo que sentía por Jenny, no nada más era bella, cuando la encañono, ella en esa situación estaba dispuesta a morir, lo vio en sus ojos esa disposición a morir, por eso buscaba de algún modo pasar el último momento con ella y después deshacerse de ella, nunca pensó en dejarla con vida por que de haberlo hecho, tendría que saber que la volvería encontrar en cualquier parte y eso ya no lo deseaba, Jenny estaría una vez más a la medianoche encañonada después de que le haya satisfecho por ultima vez como hembra, y sin ella León Toral creyó, que todo volvería a ser normal para él, su pistola y su cigarro de los que tanto repela Jenny, su sombra, su conciencia y que le pide que tanto deje. No sabia por que sentía que se estaba burlando en algún lugar el Sargento Míreles, o el Sacerdote Maciel, o el General Mondragón, o los tres juntos como si él, León Toral les hubiera contado algún chiste, incluso mientras limpiaba su arma la misma Jenny estaba distinta, su sensualidad se paseaba por la estancia de un lado a otro, esperándolo para complacerlo arreglada con una lencería que hacia que sus femeninos senos bailaran al ritmo de sus pasos, sus dedos tomaban las puntas de su pelo de manera juguetona realzando en contundencia su belleza, y por primera vez pensó en Dios, también en el diablo, cuando entraron a su habitación un escuadrón armado que comenzó a dispararle de tal manera que hasta parecía que las armas tenían rabia, tenían pleito con él. En medio de la orquestación de las ráfagas hablaban en hebreo las balas, y eso no era ruido era un canto entre Ángeles celestiales y demonios impíos, que formaban el purgatorio de tanta muerte, y Dios en cada bala, en cada muerto, Dios en la muerte de León Toral, y León resistiendo tan sólo por que sabía, que no era de acero su pecho dónde caía tanto trino de plomo. Al fin de tanto disparo su aniquilación aún le deparaba una última sorpresa, busco a Jenny con una voluntad aguerrida y un cuerpo hecho añicos, pero ella que estaba ahí mirando esa suerte en que a su vida llegaría la mortandad en cualquier momento, y que le llegaba en éste momento, no ahí estaban tanto Míreles, Maciel y Jenny sonriendo, ya que no sabia por que pasaba esto, Míreles se le acerco en ese lugar del suelo dónde yacía y comenzaba a morir, riendo le dijo: -así que no sabias quién es Jenny ¡verdad!-, guardo el último aliento para detener a la vida en éste mundo, Míreles continuó: -Jenny es hija del Padre Maciel, y me pago para matarte como te lo mereces León Toral como un perro-. Después Dios es una maquina de viento, una pluma perdida y danzante en un azar de espacio, Dios es una triada sonora de risas, las mismas risas de Jenny, de Maciel y de Míreles, la misma tríada sonora de tu cigarro encendido, tu pistola abriendo fuego y tu sombra, mientras terminas de cerrar los ojos y decir adiós al mundo en tu final latido mortal.

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