jueves, 29 de julio de 2010

EL MECANISMO DEL SUEÑO


EL MECANISMO DEL SUEÑO Estaba bajo los efectos del extraño mecanismo del sueño cuando la voz de un viejo llego a mi con esto, con su magnifica voz de siglo me dijo que todo esto es previó, es decir que toda información sirve para algo y tu la necesitaras en algún momento, supuse que se refería a mi, que era yo quién la necesitaría en algún momento, lo supuse por que el me hablaba, pero era curioso como lo hacia, por qué no me miraba directamente a los ojos, y precisamente cuando le iba a preguntar ¿quién era él?, el mecanismo del sueño funciono y ya no veía al viejo con la que supongo es mi letargo ojo, mi mirada de ensoñación, mi mirada de sueño ensueño en que descifro lo que se forja en mis descansos, en mi tiempo inútil de ocio, con ganas de hacerme recuperar fuerzas, o ganas de moverme por ahí o de hacerme vivir, quién soy yo para definir algo así, y ya no vi más al viejo sino al rostro de un joven, que se figuraba más que un camino o en una ruta como a la orilla de todo y de nada, el rostro de un fugitivo, que quizás quería perderse en el último lugar del mundo, era el rostro de alguien que buscaba o que huía, y que me intereso por ese mirada de aventura en que el dolor personal era fácil de ir desapareciendo mientras este joven iban llegando a ese lugar. -No sé como un hijo pueda odiar tanto a su padre, sólo tu lo odiaste tanto que tuviste que partir de tu país,- esas palabras estaban en una carta en donde te pedían que regresaras con eminente urgencia, que él, el viejo se moriría sin verte, tú la leíste como se lee el periódico del domingo, pasando de pagina y sorbiendo el café, y te importo un carajo, Francia te espero con el viento helado de su madrugada y pensabas en la amante mexicana del presidente de ese País que dejabas, de ese México huraño y afable que dejabas, a quién habías tenido empernada en tu viva experiencia del kamasutra mexicano que realizaba, que consistía en hacer esperar lo más posible el volcán de tu sexo que se proponía en hacer su aparición inevitable, con un dolor agudo casi físico, casi espiritual, promovido por una exquisita amante, viva y abierta a sentir el placer hasta su últimas consecuencias, por que ella era un natural pozo del deseo y del fuego humano, que en sus interminables ahogos corpóreos y su respiración constante y sostenida en su entrega, era solo estar en medio de la mas dulce sensualidad de la tierra, ya que ella era de una belleza única con su piel morena y sus ojos de tigre mujer, era de un erotismo vivo cómo la última vista que sostuviste con ese paisaje colorido exótico, amigable, contradictorio, arisco y tremendamente solidario que te daba sentimientos encontrados de cariño y de odio, te era curioso que éste vivo erotismo lo sintieras tan solidario y que no estabas preparado a éste hecho surgido en tus entrañas, mismo hecho que te hizo pensar en Chile, en aquella púberta que espiaste cuando niño mientras ella se bañaba, ¿qué te hacia espiarla? No era el deseo y mucho menos la lujuria, eras muy pequeño para eso, para ti era un ritual algo más sagrado que la misma misa dominguera, que siempre te importo un comino, aún no sabes cómo tu padre supo de que espiabas a esa adolescente vecina de tu casa, y que tu desde tu habitación con los binoculares, eras el consumado vouyerista, que fue una de tus grandes reprimendas de aquél viejo, que te decía el benjamín y que por ser el benjamín tenías que llamarte como su hermano menor, que había muerto hace mucho tiempo, uno más de los tantos y tantos reproches que te habían creado la herida en tu alma, casi a carne viva sobre tu padre, cosas emocionales que en su conjunto te obligaron a partir al extranjero, primero a México y después a Francia, a ese país premoderno o moderno en dónde había surgido entre buen gusto y con espanto el estridente paso que buscabas para llenar tu alforja, y si volteaste de lado y estaba Francia con la cara de aquella adolescente, de aquélla niña vecina de tu casa, y entonces descubriste que los rostros de Francia y de sus adolescentes niñas tenían el rostro intimo, solidario y arisco del erotismo de la amante del presidente de México, sólo que éste erotismo era de otro colorido y de otra intensidad, y que todas te proporcionaban con un gran ejercito el inquietante e interminable oficio de espiarlas, era su intimidad transgredida que te hacia ser el consumado ojo cachondo y perverso, que descubriría el erotismo desde la intimidad de sus actos previos para presentarse en sociedad, entonces pensaste en el viejo, el podrido que había estado antes que tu, en su juventud haciendo el ruido de las casas, de sus dobles discursos, de sus actos equívocos, de su tránsito eterno para ser correctos en la sociedad, y lo buscaste si percatarte de la hora, la llamada duro una eternidad con el frío acuesta de la espalda, pero por fin alguien se hizo presente en el auricular publico, era el Viejo Ándre, el hechicero literario, ese que tenia buenas ideas para aterrar a la gente de bien, y lo entendió desde el libro de ese olvidado mago que jugaba con las mentes y que escribió todo aquél mecanismo inalterado, necesitado de ti para ser utilizado como moneda corriente, desde ahí sería su trinchera en el mundo, desde su libro sobre los sueños, y entonces desde aquél día los sueños hacían mitin en las calles que pertenecieron al silencio, y precisamente ese viejo estaba al otro lado del auricular diciendo con una voz profundamente adormilada: -bueno- en su Francés de queso gruyere y sueños apocalípticos, y tu con tu voz seductora y amable saludaste al estridente viejo con la euforia del extranjero en un local de putas , el viejo te atendió y te dijo que eran las 3 de la madrugada que lo buscaras a las 9:00 de la mañana con sol y todo, mientras tu solo en la calle, y en todo el país estabas sólo, y en eso paso ella, aquella rubia famélica que no sabia de ti y tampoco le interesaba pero le gustaste y se vio cristiana tan cristiana como la antigua torre Eiffel, sólo que esta sudaba ostias de perfume barato dizque llamado Coco, que a ti obviamente te desquicio el olfato, pero que te hizo compañía de tu primera noche en París.

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