AMOR LOCO
Por JOEL GUSTAVO RODRÍGUEZ TORAL
Para Yamina
El muchacho irrumpió en la habitación, entró por la ventana, cómo un amante sin vergüenza, cómo un delincuente sigiloso, desnudo, cómo el hijo natural de la luna llena, atrevido y embriagado de amor, enloquecido por entero, ella altiva y adormilada, no se inmuto ante su entrada, no era la primera vez en su relación amorosa, Eleomar e Irais, los amantes perdidos de la ciudad, el quería seguir intimando con ella, acariciarla cachondamente y penetrarla hasta el hartazgo, ya sublime e inanimadamente, mientras él más le insistía y tomada su cuerpo, y la jalaba para que se incorporara, para quitarle el sueño, para despertarla, para amarla desmesuradamente, ella se negaba más y en su resistencia, se aferraba tanto a su sueño cómo a su almohada, era muy claro cómo su voz sin pudor y desgana le decía; ¡Déjame dormir, necesito dormir quiero dormir!. Ella estaba exhausta.
La escena era bella, cómo el deseo de uno, era el agobio de otro, ella cómo un risco impenetrable, él cómo una ola insistente. Los padres de ella acudieron a su cuarto, para asistir a la combustión del amor, que en Eleomar era magnánima, prodiga y desbordada, en Irais era hartada, despectiva y fría, para ambos padres la amorosa vista de Eleomar e Irais era inusitada, para el padre de Irais era salvaje, romántica y nostálgica, para la madre de Irais era inimaginable, intolerante e inconcebible, mientras que el padre de Irais veía embelesado a Eleomar exigiendo más amor de Irais, la madre de Irais le exigía más que hiciera algo, que los separará, que Eleomar no tenía derecho sobre Irais, que debía casarse con Irais y madurar, el padre reconoció lo que quería su mujer, arruinarle la vida a Eleomar cómo se la había arruinado a él, -¡vieja bruja!- dijo don Cristóbal, el mismo viejo que en un breve lapso vio cómo su vida rebelde, desapareció en el momento que se caso con ella, con su mujer doña Ariadna la correcta, la vieja bruja que le quería quitar vida al amor de Eleomar por Irais.
Mientras él, don Cristóbal se resistió a lo que su mujer le exigía, Irais en sus resistencias y su apego al sueño, dejó escapar un apasionado beso, pero muy adormecido beso, que Eleomar tomo con alivio y aliento para su amor desembocado.
En ese momento al verlos juntos, amorosamente juntos, doña Ariadna la correcta empujo a don Cristóbal hacía la pareja, con un movimiento inesperado, artero y violento, que lo tomo por sorpresa al viejo, que sintió cómo su cuerpo se convirtió en un cuchillo, en un separador y filoso cuchillo, qué llegó en una carambola, con los cuerpos de Eleomar e Irais, todo termino ahí en ese momento en que el viejo don Cristóbal impacto con los enamorados.
Eleomar fue separado tajantemente de su amor, de Irais y murió instantáneamente, Irais de igual modo y menos trágica que Eleomar quedó sin vida en su lecho. Inexplicablemente sus vidas se truncaron en su último instinto del amor, don Cristóbal fue quién más lo lamento, doña Ariadna la correcta aunque le dolió perder a su hija, pensó que había muerto por la buena causa del matrimonio.
El informe forense de la policía al investigar las repentinas muertes de Eleomar e Irais decía: “Qué Eleomar Castro había muerto por qué amaba demasiado, mientras que Irais Buendía había muerto por qué ya no podía amar más”.
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