Desearía que no te confundieras con mi manera objetiva de hablar, lo que pasa es que como conocí a Zaira que por cierto no sé llama así, se llama Petra pero que a ella no le encanta ese nombre, y yo no sé por qué, a mi ella me encanta como mujer y tiene todo para ser una personalidad muy fregona, pero ¿que pasa?, que a ella le gusta el dinero fácil, el reventón, me tiene cierto respeto por que yo le doy su lugar como mi pareja, pero yo se que esto no va a durar para siempre, yo a veces quiero llegar a casa y a dormir y es cuando a ella hay que llevarla a trabajar, hasta las dos o tres de la mañana si bien me va, cosa que nunca pasa, por eso quisiera decirte que no te confundas pero como hacerlo si yo mismo vivo en un completo desorden sentimental, con una persona buena pero lamentablemente no lo suficiente, Zaira es muy hermosa, es una mujer joven que hace ejercicio que se procura demasiado para verse bien, por ser pulcra, es ordenada en sus tiempos, siempre me dice lo que si va a hacer, y lo que no simplemente no se compromete, como la vez que le propuse matrimonio ella simplemente no acepto, y no lo hizo por qué ella ya tiene planes en su vida que no quiere cumplir conmigo, y eso me duele, pero yo, ¡oh trágico de mi! que le he otorgado ese derecho, ese regalo de darme cuello cuando ella diga hasta aquí, y créeme que así será…
-Alejandro Jodorowsky- estaba ahí en la terracita del restaurante mirando su café, con mucha observación eso a muchos que lo conocen les llamo la atención, así que los meseros todos le preguntaron si había un problema con su tasa de café,
-Alejandro-como es él cuando esta abstraído sólo pidió severamente no ser molestado, ¿que había en su café que estaba tan metido en su extraña observación?
–Alejandro había mirado alrededor de 15 minutos a un pez hermoso de rosado-dorado colorido que daba piruetas en su café fue un trance surrealista, y recordó al viejo Ándre, quién en algún momento le negó su pase a su cofradía-
Pero ese pez rosado-dorado de su café también entendía Alejandro Jodorowsky que eso era un mensaje de alguien que se intentaba comunicar con él, pero que él no conocía, ningún de los meseros vio a su pez hermoso del café, así que con arrebatador donaire –Jodorowsky- gruño:- ¡Garzón!, ¡garzón!- El café está frío quiero una caliente por favor.
Maurice el Garzón sin mirarlo recogió la tasa para llevarle otra con café recién hecho.
Esto apaciguó al demandante cliente que continuó sólo y en silencio probando el café y deleitándose de sus próximas exequias a dónde vería sin lugar a dudas, cosas maravillosas, como el pez hermoso dorado-rosado de su café.
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